Francisco Gil, el villamercedino que creó un sistema de inteligencia artificial que ayudará a prevenir accidentes cerebrovasculares
El proyecto se encuentra en etapa de prueba y consta de la detección de placas de ateroma en imágenes de ecografías.
Por Sonia Schoenaker
Francisco Gil tiene 31 años, es nacido en Villa Mercedes y transitó toda su vida escolar en el Colegio Sagrado Corazón.
Forma parte de un proyecto que se titula “Segmentación de placa de ateroma en imágenes médicas para detección temprana de riesgo cardiovascular”, que consiste en un sistema de redes neuronales que está entrenado para detectar y medir automáticamente, con mayor precisión, las placas de ateroma de imágenes de ecografías. De este modo se podrán prevenir accidentes cerebrovasculares.
En 2011, el joven se fue a vivir a San Luis para comenzar a estudiar la carrera de Ingeniería Informática. Luego de tres años, se dio cuenta que sus intereses iban hacia otro lado, y en 2014 se radicó en la ciudad de Córdoba para estudiar Ingeniería Biomédica.
“La carrera reunía mi curiosidad con temas de biología y medicina, así que me motivó por ese lado”, contó en diálogo con El Chorrillero.
En 2019 viajó por un intercambio educativo a Francia, y durante su estadía que duró ocho meses, pudo trabajar en su tesis para presentar al final del grado. De ese modo, en 2020 obtuvo su título.
Desde entonces, el hombre vive en Villa Mercedes, precisamente en el barrio 828 Viviendas, y trabaja como programador para una empresa de software.
En 2022 quiso seguir profesionalizándose y comenzó a cursar virtualmente un posgrado de Robótica e Inteligencia Artificial que se imparte en la Universidad Tecnológica del Uruguay (UTEC).
Al mismo tiempo, una ex profesora de la Universidad Nacional de Córdoba se contactó con Gil para unirlo a su equipo de ingeniería y allí es donde comienza a trabajar en un proyecto que podría llegar a salvar vidas, aportando en la detección temprana de una enfermedad llamada arteriosclerosis y previniendo accidentes cerebrovasculares.
Como el posgrado le permitía una libre elección del tema para la tesis, el estudiante se dedicó por más de un año al estudio del tema y lo utilizó también para su trabajo final.
La forma de diagnóstico que tiene la enfermedad en los pacientes, es normalmente a través de ecografías que se realizan en la zona del cuello, precisamente en la arteria carótida.
“A través de las imágenes, los médicos tratan de ver la cantidad de placa de ateroma que hay. Esta placa es una sustancia que se solidifica en las arterias, se va depositando en las paredes y dificulta el normal funcionamiento del corazón”, explicó el profesional y continuó: “Ese cúmulo de sustancias, hay veces que se desprende y viaja por el torrente sanguíneo, y pueden llegar a lugares con arterias muy pequeñas, por ejemplo, el cerebro. Las tapan y producen lo que se conoce como accidente cerebrovascular”.
En la actualidad, los médicos que capturan las imágenes de las ecografías deben detectar visualmente y delinear manualmente la zona donde se encuentra la placa: “Este proceso, además de ser manual, puede ser un poco engorroso y no todos los médicos son expertos en detectar la placa”.
Y en ese punto es donde entra en juego el proyecto, que consta en la creación de un sistema que automáticamente detecte en las imágenes la existencia de estas sustancias.
Las redes neuronales, que aprenden en base a información e imágenes que recibe, se encargarían de indicar la existencia de las placas, sin necesidad del ojo humano.
El proyecto ya está finalizado y se encuentra en una etapa de prueba de concepto, con una precisión del 62%.
Cabe destacar que la investigación fue seleccionada y cofinanciada por Sadosky, una fundación argentina dedicada a favorecer la articulación entre el sistema científico y la producción tecnológica, y la empresa EIRA Software Médico, que facilitaron el estudio proporcionando un ecógrafo, imágenes, y un profesional que ayudó en el etiquetado.
Francisco formó parte del equipo de Ingeniería junto a la doctora en Ciencias de la Ingeniería, Valeria Rulloni, y los ingenieros biomédicos Nahuel Borchi y Trinidad Dori, todos profesionales de la Universidad Nacional de Córdoba.
“Al volver a mi ciudad me encontré con la buena noticia de que en la Universidad Nacional de Villa Mercedes está la carrera de Ingeniería Biomédica, y eso indica que el camino está marcado”, manifestó y señaló: “Estoy seguro que se podrían hacer muchos proyectos beneficiosos, tanto para los centros médicos como para la universidad”.
Con respecto a su futuro, manifestó: “Entiendo que este posgrado el año que viene se va a formalizar como un máster. Entonces, quizás con mi camino recorrido el año pasado, si yo pudiera aplicar en ese máster, probablemente podamos ir trabajando sobre el proyecto para buscarle una vueltita de tuerca y seguir mejorando los números que obtuvimos”.